Son las 7:45 de la noche en un domingo de mayo que, probablemente, no tiene mucha trascendencia para algunos, pero para muchos es importante. Dos razones hacen que sea un domingo especial: Es el día de la madre y el Deportivo Táchira puede coronarse campeón del torneo clausura 2008, y nada mejor para celebrar lo uno y esperar por lo otro que un buen asado, Johnnie el caminante de 12 años y muchas ganas de festejo.
Atrás quedaron los jugosos filetes, los embutidos alemanes y la fiel acompañante guasacaca. Un banquete que pasó de ser co – protagonista en la tarde a un simple recuerdo agradable en la noche. Ya son las 7:45 y pocos evocan, siquiera, el olor emanado por la parrilla horas atrás.
Las conversaciones típicas entre familiares ahogaron sus voces. Ya sólo un pequeño susurro se escucha en uno de los costados del lugar. Un pequeñísimo grupo que se resiste a ser hipnotizado por la pantalla grande colgada en la pared central del bar de la casa de la abuela. Por cierto, feliz día abuelas y para ti también mamá.
Ya el grupo no es pura familia y ya no son 18 porque hay otros tantos. Todos amigos que llegaron alentando. Las botellas del caminante se van vaciando poco a poco. Algunos beben rápido y otros despacio. Unos prefieren cerveza y pocos son los que no están tomando, pero hay algo en común y es que el corazón que les està palpitando bombea sangre de dos colores. Los del amarillo y negro que está jugando.
Son las 7:45 y esos más de 18 gritan, maldicen, se tapan los ojos, beben, intercambian impresiones, rellenan sus vasos y algunos dan un beso a la madre que tienen al lado. Faltan poco más de diez minutos para que termine el partido y el marcador dice: 0 – 0. Todos los presentes conocen el resultado del Caracas F.C., que jugó más temprano, y saben que una victoria le otorgará el campeonato al “aurinegro”. Ese que se escapó después del año 2000 y todos quieren que vuelva a casa. Sí, a casa. Porque en todo el país saben, que en Venezuela el fútbol sólo tiene una casa.
Las madres agradecen que en su día, al Deportivo Táchira le haya correspondido jugar de visitante. Sin embargo a las seis de la tarde todo un Estado encendió sus televisores. Bares, casas, restaurantes y cafés conceden el rating más alto en su corta vida a un conocido canal deportivo. Tan sólo 2065 hinchas viajaron las 12 horas para ver la posible coronación en el lugar, los cerca de millón y medio de habitantes tachirenses que restan lo ven por T.V.
Hace falta un gol, mientras los más de 18 en el bar de la casa de la abuela escuchan una trompeta a la distancia. Alguien abrió la puerta de la casa para dar paso al regalo de las madres de la familia. El sonido del instrumento se hace más fuerte mientras cruza la casa desde la entrada al lugar en que se encuentra la pantalla. Llegaron los mariachis. Nunca llegan antes de la hora, siempre un poco retrasados, pero esta vez no. Son las 7: 45 y faltan poco más de diez minutos para que ese tanto salvador no postergue la fiesta. Aunque muchos prefieren que sea pospuesta, porque nada como celebrar en casa.
Los mariachis entran y el de la guitarra no se percata de que hay una pantalla y todos están mirando hacia ella. Uno de los más de 18 hace una señal con su mano y el músico se aparta. Ellos tocan y solo dos o tres prestan atención y al pasar dos minutos el conjunto entero comienza a tocar de memoria y a mirar el partido. Quisieran haber estado en su casa o en algún bar viéndolo, pero es el día de las madres y tienen muchos contratos que cumplir. Corren con suerte y miran los momentos finales del juego mientras suenan sus instrumentos obligados por el compromiso. Unos segundos más tarde se pueden apreciar algunos pequeños saltos del violinista luego de un remate de Morán.
Nadie esperaba vivir esos últimos minutos de espera por el campeonato a ritmo de canciones de Vicente Fernández, pero así fue. Ya pasaron las 7:45 y el sufrimiento fue intenso. El marcador nunca dejo de ser 0 – 0 y más de 18 personas escucharon rancheras mientras sus rostros reflejaban cierta inconformidad y amargura.
La celebración tiene que esperar. Los mariachis siguen tocando unos minutos más, pero “El Rey” no suena. Termina la música, el grupo atraviesa la casa de vuelta a la entrada y allí reciben su pago, al mismo tiempo que alguien, al percatarse del ambiente de tristeza, con una sonrisa y alzando un vaso dice: “¿Pero cual es la amargura? Si el próximo domingo lo ganamos”. Y la alegría volvió a reinar porque esos más de 18 y el millón y medio restante de tachirenses saben que el siguiente domingo el campeonato llegará y cada vez està más cerca el día en que el verdadero rey del fútbol Venezolano volverá a su lugar. Aguante el Deportivo Táchira.
Atrás quedaron los jugosos filetes, los embutidos alemanes y la fiel acompañante guasacaca. Un banquete que pasó de ser co – protagonista en la tarde a un simple recuerdo agradable en la noche. Ya son las 7:45 y pocos evocan, siquiera, el olor emanado por la parrilla horas atrás.
Las conversaciones típicas entre familiares ahogaron sus voces. Ya sólo un pequeño susurro se escucha en uno de los costados del lugar. Un pequeñísimo grupo que se resiste a ser hipnotizado por la pantalla grande colgada en la pared central del bar de la casa de la abuela. Por cierto, feliz día abuelas y para ti también mamá.
Ya el grupo no es pura familia y ya no son 18 porque hay otros tantos. Todos amigos que llegaron alentando. Las botellas del caminante se van vaciando poco a poco. Algunos beben rápido y otros despacio. Unos prefieren cerveza y pocos son los que no están tomando, pero hay algo en común y es que el corazón que les està palpitando bombea sangre de dos colores. Los del amarillo y negro que está jugando.
Son las 7:45 y esos más de 18 gritan, maldicen, se tapan los ojos, beben, intercambian impresiones, rellenan sus vasos y algunos dan un beso a la madre que tienen al lado. Faltan poco más de diez minutos para que termine el partido y el marcador dice: 0 – 0. Todos los presentes conocen el resultado del Caracas F.C., que jugó más temprano, y saben que una victoria le otorgará el campeonato al “aurinegro”. Ese que se escapó después del año 2000 y todos quieren que vuelva a casa. Sí, a casa. Porque en todo el país saben, que en Venezuela el fútbol sólo tiene una casa.
Las madres agradecen que en su día, al Deportivo Táchira le haya correspondido jugar de visitante. Sin embargo a las seis de la tarde todo un Estado encendió sus televisores. Bares, casas, restaurantes y cafés conceden el rating más alto en su corta vida a un conocido canal deportivo. Tan sólo 2065 hinchas viajaron las 12 horas para ver la posible coronación en el lugar, los cerca de millón y medio de habitantes tachirenses que restan lo ven por T.V.
Hace falta un gol, mientras los más de 18 en el bar de la casa de la abuela escuchan una trompeta a la distancia. Alguien abrió la puerta de la casa para dar paso al regalo de las madres de la familia. El sonido del instrumento se hace más fuerte mientras cruza la casa desde la entrada al lugar en que se encuentra la pantalla. Llegaron los mariachis. Nunca llegan antes de la hora, siempre un poco retrasados, pero esta vez no. Son las 7: 45 y faltan poco más de diez minutos para que ese tanto salvador no postergue la fiesta. Aunque muchos prefieren que sea pospuesta, porque nada como celebrar en casa.
Los mariachis entran y el de la guitarra no se percata de que hay una pantalla y todos están mirando hacia ella. Uno de los más de 18 hace una señal con su mano y el músico se aparta. Ellos tocan y solo dos o tres prestan atención y al pasar dos minutos el conjunto entero comienza a tocar de memoria y a mirar el partido. Quisieran haber estado en su casa o en algún bar viéndolo, pero es el día de las madres y tienen muchos contratos que cumplir. Corren con suerte y miran los momentos finales del juego mientras suenan sus instrumentos obligados por el compromiso. Unos segundos más tarde se pueden apreciar algunos pequeños saltos del violinista luego de un remate de Morán.
Nadie esperaba vivir esos últimos minutos de espera por el campeonato a ritmo de canciones de Vicente Fernández, pero así fue. Ya pasaron las 7:45 y el sufrimiento fue intenso. El marcador nunca dejo de ser 0 – 0 y más de 18 personas escucharon rancheras mientras sus rostros reflejaban cierta inconformidad y amargura.
La celebración tiene que esperar. Los mariachis siguen tocando unos minutos más, pero “El Rey” no suena. Termina la música, el grupo atraviesa la casa de vuelta a la entrada y allí reciben su pago, al mismo tiempo que alguien, al percatarse del ambiente de tristeza, con una sonrisa y alzando un vaso dice: “¿Pero cual es la amargura? Si el próximo domingo lo ganamos”. Y la alegría volvió a reinar porque esos más de 18 y el millón y medio restante de tachirenses saben que el siguiente domingo el campeonato llegará y cada vez està más cerca el día en que el verdadero rey del fútbol Venezolano volverá a su lugar. Aguante el Deportivo Táchira.
2 comentarios:
Me has recordado que a mi el año pasado se me olvidó felicitar a mi madre el día de la madre español(2º domingo de mayo), y aproveché el día de la madre salvadoreño para hacerlo, jeje. Creo que coincide con el vuestro.
Un beso.
hay una diferencia entre ser fanatico, hincha y aficionado...tambien estan los seguidores...te dejo eso de tarea...solo se que cuando descubras la diferencia y te catalogues en unas, te sanaras asi como yo me sane... amar el futbol es lo mas bello pero hay que tener cuidado con las sensaciones y las prioridades...saludos maracayeros!!!!
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